jueves, 26 de abril de 2012

Mientras agonizo (I)


Desperté lentamente, hecha un ovillo. No podía ver, ni recordar  en donde estaba. Sentía el frío suelo debajo de mí,  había algo presionando mis costillas que me hacía daño, me moví un poco e intenté tomar este objeto, parecía ser parte del piso, lo dejé. Lentamente, me puse de pie, me sentía muy confundida. ¿Por qué no estaba en mi habitación?


– Por fin despiertas –Escuché una melodiosa voz, vagamente familiar que me hizo dar un salto, proveniente de algún lugar en la oscuridad.


– ¿Quién eres? –Pregunté gritando, tenía miedo.


– Tranquila, soy yo, Jared –Escuché la voz, ligeramente alterada, pero intentando tranquilizarme, recordé el nombre, me relajé.


– ¿En dónde estás? –Pregunté mientras avanzaba con mis brazos frente a mí, inconscientemente dibujando una sonrisa en mi rostro, aún sin saber en dónde me encontraba exactamente.


– Aquí –Dijo y el momento encendió una lámpara de gasolina que colgaba de la pared, detrás de mí, el cuarto a mí alrededor se iluminó, era pequeño, con piso y paredes de  madera, con muchos anaqueles llenos de libros; Era una biblioteca. Me volví. Entonces, vi al hombre  que me hablaba.


Mi sonrisa se congeló en mi rostro,  despareció. Sonaba como Jared, su voz era idéntica, pero, ¿Era el en realidad? Recordé su imagen, apenas ayer me había visitado en el psiquiátrico ¿Ayer? Debió ser ayer, así lo recuerdo, al menos. De aquel rostro amable dentro de mis pensamientos, ya no quedaba nada, el joven frente a mí era un extraño, mirándome de pie, cautelosamente. Lo analicé despacio, sus botas y ropa, se veían maltratadas y llenas de rasgaduras, sus brazos estaban llenos de cicatrices, y una gran marca atravesaba el pómulo derecho, puse atención en sus ojos. Eran los mismos ojos, castaños, cálidos, llenos de luz; Era él.


Antes de poder decir cualquier cosa, se escuchó un golpe detrás de mí seguido de un fuerte y constante sonido sordo, vi como el hombre (¿Jared?) ágilmente lanzaba una escopeta al aire con su pie, la atrapaba y apuntaba directo hacia mí, instintivamente me tiré al suelo, en el aturdimiento vi que el hombre se me acercaba a pasos apresurados, con el corazón casi saliéndose de mi pecho, me arrastré hacia la pared ¿Por qué me atacaba? El simplemente pasó a mi lado. Agazapada como me encontraba, levanté la  vista, lo vi corriendo por un largo salón, la luz entraba a borbotones por una gran puerta doble hecha de gruesa madera. Me senté apretando mi espalda contra la pared, vi como Jared cerraba las puertas, detrás de un par de personas que entraban intempestivamente en una gran motocicleta negra. La luz lastimaba mis ojos, pero yo no quería ni siquiera parpadear.


– … haberte matado. ¡O tú a nosotros! –Escuché que Jared Gritaba histérico, a las personas sobre la Moto cuando e sonido de esta cesó.


– Bueno, al final no ha pasado nada –Dijo el hombre, mientras la oscuridad se cernía de nuevo en aquella habitación, quedando solo la tenue luz de la lámpara a mi derecha. Estaba un poco más dentro de la realidad. Lo conocía. Era Némesis.


– ¿Te siguen? –Preguntó Jared con un fuerte tono de voz. No sabría decir si estaba preocupado, asustado, o tal vez solo enojado.


– No –Contestó Némesis tranquilamente. A lo que se escucharon los apresurados pasos de alguien, por un tramo, para, al parecer, subir unas escaleras.


Me levanté del piso, esto era muy extraño, necesitaba que uno de ellos me aclarara las cosas. ¿Qué hacía yo aquí, con ellos? ¿Por qué me habían sacado del psiquiátrico? ¿Para qué? ¿De quién huían?


Me dirigí hacia  la habitación contigua, guiándome siempre por el muro a mi lado, escuchaba ruidos, pasos, ligeros sonidos metálicos en un pequeño concierto armonioso. Al llegar a la puerta, se encendió un gran fuego en una hermosa chimenea, parado tranquilamente frente a ella, estaba Némesis, un hombre alto, de semblante sereno, entre los veinte y muchos y treinta y pocos, vestido completamente de negro, con tantas armas, que eran difíciles de contar, las cuales lenta y mecánicamente colocaba sobre una mesa metálica al lado de la chimenea.


– Bien, nada te siguió hasta aquí –Dijo Jared mientras bajaba las escaleras de dos en dos. Su cara se veía tranquila.


– Te lo dije –Dijo Némesis socarronamente, sonriendo.


– ¿No podías apagar la moto y entrar a pie a la casa? Estuve a punto de dispararte –Dijo Jared mientras ponía su rifle junto a las muchas armas de Némesis.


– Podía, claro. Pero ¿Dónde estaría lo divertido?


– Divertido –repitió Jared con un ligero toque de impaciencia en la voz- y, ¿Quién es el chico?


El chico, es verdad, Némesis venía con alguien en esa motocicleta. Busqué con la mirada por la habitación, vi al muchacho sentado en el piso, observando a los dos hombres atentamente con sus enormes ojos castaños. Al escuchar que se referían a él, irguió su posición. Era muy joven, no mayor de 17 años


– Lo encontré en un almacén. Está solo. –Dijo némesis. –Puede quedarse –Determinó –Tiene excelente puntería.


Con esa frase, el chico sonrió y se puso de pie, tenía una beretta por mano, avanzó unos cuantos pasos hasta estar frente a aquellos hombres, y lentamente puso sus armas sobre la mesa.


– Andrew Harkness –Ofreció su mano a Jared, esbozando una sonrisa, el cual la estrechó firmemente. –Un placer encontrarse con más sobrevivientes; la soledad comenzaba a ser –Hizo una ligera pausa, como buscando la palabra adecuada. –Desquiciante.


– Jared, mucho gusto. –Se detuvo un segundo, como analizando al chico. –Aquí tendrás que hacer solo dos cosas, cuidar de ti mismo y de –Hizo una pausa- Los demás.


Se refería a mí. Ellos sabían cuidarse solos. Ya todo había vuelto a mi cabeza. Oh, sí, había olvidado que estaba en el infierno.


– ¿Algo más? –Dijo el chico con un tono burlón de voz.


– Aquí todos nos cuidamos, Andrew –Dijo Némesis con una voz firme que no admitía réplicas.


Andy observó a su interlocutor un segundo, su semblante se notó más serio.


–¿Cuántos somos? Preguntó con el ceño ligeramente fruncido. La seriedad lo hacía parecer mayor.


– Cuatro, contándote a ti –Respondió Némesis. –Apuesto que tres más de los que creías que encontrarías esta mañana. –Se dirigió a Jared mientras ponía su última arma sobre la mesa, y preguntó: -¿Despertó?


– Sí, recién despertaba cuando llegaste –Hizo un gesto malhumorado, aún le molestaba la entrada triunfal de némesis. -No he podido hablarle, tal vez siga en su…


– ¿…Fantasía?  –Lo interrumpí. Los tres chicos dirigieron su atención hacia mí, mientras me acercaba lentamente a ellos –No te preocupes, estoy bien por el momento. –Siempre por el momento. Me detuve a un par de pasos de ellos, y los analicé una vez más, quería con todas mis fuerzas lanzarme a llorar, pero no quería que me vieran. Me contuve, ya lloraría después, cuando estuviese sola.


Acorté los dos pasos que me separaban de ellos, y abracé con fuerza a Némesis y Jared y el sentimiento del llanto golpeó más fuerte esta vez. Me contuve. Me alejé y les sonreí dificultosamente. Avancé hacia Andy, y lo abracé también.


– Bienvenido –Le dije, la voz me tembló en la última silaba-Mi nombre es Samantha, puedes llamarme Sam. Si te molestan –señalé con mi cabeza hacia los otros dos- golpéalos. Si no, preocúpate, algo raro estará pasando. –Todos sonrieron, me sentí tranquila.





Avanzábamos rápido al asegurar el área, después ampliaríamos el radio a toda la ciudad. ¿Cuánto podían tardar cuatro personas en limpiar de malditos a toda una ciudad? Di un fuerte suspiro ante la perspectiva, nos había tomado meses asegurar aquella casa, y hacerla habitable, todo era un desastre.


Dentro de todo, había buenas noticias, descubrimos que morían solos, después de un tiempo. Hicimos las cuentas, los primeros infectados, cuando habíamos descubierto que morían, cuanto se había tardado en que la epidemia fuera mundial. Un año. Dentro de un año no habría más criaturas. Criaturas. Pensar en esos seres como si nunca hubiesen sido humanos, ayudaba.


Tomé un par de Desert Eagle de la mesa, iría con Némesis, para la situación, eso era suficiente, el hombre era una máquina de matar. Al ser cuatro, todo se volvía más fácil, viajábamos en parejas, ya todos estábamos muy acostumbrados, desarrollamos una puntería sobrehumana, aunque preferíamos no usar las balas de ser posible, no era algo que abundara.


Enfundé una larga Katana de más de un metro a mi espalda, solo por si las dudas. Escuché el rugir de la motocicleta, suspiré, la odiaba, sería irónico sobrevivir al fin del mundo y morir en un accidente.


– ¿Vienes? –Me dijo Némesis. Se podía escuchar lo mucho que le divertía la situación en su voz.


– Sí, voy –Le respondí. Al mal paso darle prisa. Caminé hacia él y me subí con cuidado. A mi lado, escuchaba las risitas de Jared y Andrew; les mataba de risa mi incomodidad, me volví para enfrentarlos, y los vi, llenos de armas, y armándose aún más. Mi reclamo se perdió en mi garganta, y desapareció, surgiendo en su lugar un pesado nudo en la boca del estómago ¿Y si les pasaba algo, también? No quería que notaran mi preocupación, quise sonreír, lo logré a duras penas –Ustedes dos, Cuídense. –Les dije, con lo que intenté fuera un casual tono de voz desenfadado.


–Claro, mamá –Dijo Andy, y rodó sus ojos, haciendo el gesto más sarcástico que le había visto hasta el momento. Se me escapó una autentica sonrisa.


– ¿Lista? –Preguntó Némesis. Di un gran suspiro de resignación.


– Lista, -Le dije y me aferré a su espalda, aun viendo a mis amigos, temiendo (Como siempre) que fuera por última vez. Némesis sacó un pequeño dispositivo de uno de sus bolsillos, presionó un botón y las grandes puertas de madera se abrieron automáticamente. Los generadores de energía y paneles solares que Andrew había localizado antes de unírsenos, habían sido de muchísima ayuda. Nos facilitaban las cosas.


– ¡Allons-Y! –Dijo Némesis en un poco más que un susurro, y sentí el repentino tirón hacia atrás de la aceleración. Cerré fuertemente los ojos, el rostro de Jared, sonriendo ligeramente quedó atrapado en mis ojos, sonreí. Me aferré tan fuerte a Némesis, que casi creí que lo lastimaba. Solo Casi. Sentí como se estremeció un par de veces, oh si, se reía, ya me las pagaría después.


Viajamos alrededor de diez minutos, las calles de la ciudad estaban desiertas, el aire olía penetrantemente a muerte, había cientos de autos estacionados en las carreteras, algunos vacíos, otros, aun grotescamente ocupados por sus pasajeros, muertos, descomponiéndose lentamente. Fijé la vista en el cielo, no quería observar ya más. Vi pasar una parvada de Aves, eso era curioso, a los animales no les afectó en lo más mínimo el fin de la raza humana, al contrario, ahora estaban tomando de nuevo lo que les perteneció desde el principio. ¿Por qué ellos no resintieron el virus? Supongo que no se lo merecían. No quiero saber.


Nos detuvimos justo en el centro de la ciudad, a nuestro alrededor se extendían decenas de pintorescos negocios, completamente abandonados. Había artículos de super lujo, esparcidos en la acera, como (Lo que ahora eran) basura.


El sonido de la motocicleta, amplificado cien veces por la soledad, cesó, bajé lentamente, afirmando mis pies contra el suelo, di un par de pasos, alejándome y voltee a ver a Némesis, esperando sus órdenes. Estaba encendiendo un cigarrillo, con la mirada entornada viendo lejos, al infinito.


– Como las extraño –Dijo en un suave susurro, lo miré fijamente y enseguida desvié la mirada. Si no sabía que decir, prefería permanecer en silencio. Después de unos momentos, desmontó y se acercó a mí.


– Vamos a revisar esta área, no creo que encontremos nada, pero hay que estar seguros. –Me miró fijamente, su cigarro se consumía lentamente entre sus dedos –Si tienes problemas, grita. Te escucharé –Esbozó una sonrisa. –Y si encuentras algo útil o que te guste, tómalo.


– Lo haré. Cuídate también –Le dije y le di un fuerte golpe en el brazo, que de seguro no le hizo ni cosquillas. Sonrió ampliamente, lo que confirmó mi teoría. –Nos vemos en un rato – Y me di la vuelta, alejándome lentamente con las manos puestas sobre mis armas. Crucé la calle y me interné en un complicado laberinto de pasillos. Por un momento pude verme allí, en el mismo lugar, rodeada de mis amigas, sonriendo ampliamente, cargadas de paquetes, planeando ir al cine o a comprar un par de discos. Di un fuerte suspiro, como extrañaba a mis amigas, a mi familia. Miré a mi alrededor, sentí como la soledad perforó en mi alma, y lloré, lloré como no había llorado en mucho tiempo, las lágrimas dolían tanto, pero purificaban, sanaban las heridas, me liberaban.


Caminé alrededor de una hora, revisando y llorando. Entonces escuché un fuerte sonido; desenfundé rápidamente mis armas y apunté hacia el origen del estruendo, entre vidrios rotos de un anaquel, vi que algo se movía, me acerqué unos cuantos pasos con mis armas siempre en alto, y apuntando a la cabeza, esa cosa levantó la mirada, y me observó, afiné la puntería; sería justo en el rostro…


…Un intenso espasmo recorrió mi cuerpo al reconocimiento, perdí el blanco, disparé hacia ningún lugar, sentí como mis brazos se quedaron sin fuerzas. Solté mis armas y cayeron estrepitosamente sobre el piso…

Fuente: Creepypasta.com

viernes, 20 de abril de 2012

Te amo, espérame


Es extraño, es algo que obviamente jamás pensé que me pasaría a mí, creí estar maldito, estuve seguro de que nadie me amaría de esta manera y aquí estoy, ella está a mi lado, durmiendo, respirando tan cerca de mí que puedo sentir como su cuerpo se mueve al compás de su respiración, la amo, es mi vida entera, es mi todo, estoy con ella a pesar de todos y de todo, es increíble…
Aun teniéndola aquí me pregunto si no estoy soñando, una chica tan perfecta, tan linda, divertida, es muy particular, tiene un sentido del humor hermoso, es un poco torpe y descuidada, pero eso solo se ve peculiarmente lindo en ella, escucharla hablar es como magia, cada sonido que sale de su boca, entre sus hermosos labios me hace estremecer por dentro, no puedo dejar de sonreír
Me tomo algo de tiempo, pero estoy a su lado en una viaje que jamás pensé que podría realizar, la conocí hace 2 años, estamos en septiembre el mes de mi cumpleaños, logre reunir dinero suficiente para los pasajes de avión y un poco más para los gastos, ella me está hospedando, así que prácticamente estamos juntos el día y la noche, no quisiera dormir, es como desperdiciar el tiempo, pero cuando vemos películas y se queda dormida entre mis brazos, ver su rostro mientras duerme es tan placentero como verla sonreír con el sol tocando su rostro en pleno día cuando salimos a caminar
Hoy me ha dicho que estos días han sido geniales para ella, decidí no dejar que este día hiciera nada, le pedí que se metiera a la cama, pusimos su película favorita, prepare la cena, nos acomodamos y nos dispusimos a verla, durante la película me pregunto que si la quería, le dije que no debía confundir las palabras, que yo la amaba y daría todo por ella, tu alma y tu corazón tal vez? Me pregunto, yo solo sonreí
Sus ojos se cerraron justo cuando los créditos de la película comenzaron a aparecer, yo pensé en sus preguntas y le respondí al oído que mi alma, mi corazón y mi vida le pertenecían y que podía disponer de ello como quisiera, se pegó a mí, me abrazo con fuerza y sonrió
Al mismo tiempo que decía,  si pudieras pedir un deseo que sería? Para mí fue una respuesta fácil, creo que apenas y lo pensé… pasar la eternidad con ella era lo que deseaba, se acercó a mi rostro beso mi frente y se quedó dormida
Me despertó con un beso en los labios, seguido de una suave mordida en el cuello, el aire se tornó dulce, su cuerpo se rosaba con el mío, sus caricias hacían estremecer mi cuerpo entero, respondí todo con toda la pasión que hay en mí, el pensamiento de que me encontraba con el amor de mi vida me cegó, fue una noche hermosa e inolvidable, me prometió que estaríamos juntos siempre, que esperara por ella, me quede dormido
De menos eso pensaba, abrí mis ojos y estaba tendido sobre la cama, ella estaba a mi lado, no podía moverme, podía ver y escuchar todo, también podía sentirla enterrar el bisturí en mi pecho, no sentía dolor, no sabía que estaba pasando, de pronto me asuste, intente moverme, levantarme y correr… pero no podía, mi cuerpo me ignoraba, súbitamente lo comprendí, ella estaba haciendo justamente lo que le dije que hiciera, estaba a punto de tomar mi corazón, y mi vida, tal vez incluso mi alma…
Me llene de felicidad al instante, ahora lo entendía, ella en verdad me amaba y una vez que tuviera mi vida estaríamos juntos por la eternidad, me dijo 3 palabras justo antes de meter sus manos en mi pecho y levantar mi corazón
“Te amo, espérame”

Fuente: Creepypasta.com

miércoles, 4 de abril de 2012

El anillo

Honduras 05.12.2008
Jorge Montenegro


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A las cinco de la mañana comenzó el bullicio en las calles de Tegucigalpa. Don Francisco Espinoza se despedía de su esposa Doña Rosita con un cariñoso abrazo: “Cuida mucho a Leticia, ella es el tesoro más grande que nos ha dado Dios”, le dijo.


La pequeña niña era en verdad un tesoro para aquella familia adinerada de la capital. Don Francisco era un hábil comerciante. Había logrado amasar una fortuna trabajando honestamente y cuando nació la niña fue todo un acontecimiento social.


Leticia fue creciendo, sus padres eran miembros de la iglesia evangélica y la habían educado bajo las normas bíblicas. Asistían periódicamente a su iglesia y la joven daba muestras de su inmenso amor por Jesucristo.


Era muy espiritual y sus compañeras de estudios se burlaban de ella cuando les predicaba, pero finalmente llegaron a respetarla y a consultarle cuando tenían problemas. “Que el espíritu Santo esté con ustedes todos los días de su vida”, les decía.


El clima era excelente, el sol brillaba con toda su intensidad sobre la capital. Leticia recorría las principales calles en compañía de su novio, un joven llamado Daniel, a quien conoció en la iglesia. Tomados de las manos llegaron a La Concordia, el parque maya más lindo de Centroamérica.


Una banda de palomas de Castilla se posó sobre los árboles cercanos y una a una fueron bajando al suelo cuando la muchacha comenzó a arrojarles granos de maicillo. Cuando las palomitas terminaron de comer, Daniel aprovechó la paz que reinaba en el parque para entregarle a su novia una cajita forrada con terciopelo rojo; al abrirla ella se quedó muda de asombro: era un bellísimo anillo de compromiso.


Doña Rosita y su hija esperaban ansiosas sentadas en el sofá de la amplia sala; una llave giró el pomo de la puerta y apareció don Francisco llegando de su trabajo. Al verlas tan serias preguntó: “¿Qué pasa aquí mujeres? ¿Por qué tanto misterio?”. Las dos se pusieron de pie y abrazaron al buen señor: “Mira, papá, Daniel me juró su amor entregándome el anillo de compromiso”, dijo Leticia.


“Estamos muy felices”, expresó doña Rosita, “pronto fijaremos el día de la boda, ¿qué te parece?”. Abrazando a las dos mujeres con infinita ternura, don Francisco manifestó: “Gracias Señor, sabemos que el matrimonio es una bendición tuya y hoy llega a nuestro hogar”.


Acto seguido elevaron una oración de gracias. “Muéstrame bien ese anillo”, dijo don Francisco. “¡Qué belleza hija! Cómo se ve que Daniel te ama, es una verdadera joya”. Mientras cenaban Leticia no dejaba de ver el hermoso anillo de brillantes, señal inequívoca de su compromiso matrimonial con aquel hombre que también amaba a Jesucristo. Estaba tan emocionada que al levantarse de la silla exclamó: “No lo puedo creer papá, me voy a casar con el hombre que Dios escogió para mí”.


En ese instante sucedió algo inesperado, la joven se puso pálida, temblorosa, sus padres se levantaron de sus asientos rápidamente en el instante en que ella estaba a punto de caer.


“Hija, ¿qué tienes? ¡Hija!… Dios santo, ¿qué es esto?”. Cuando el médico de la familia llegó de emergencia en una ambulancia no se pudo hacer nada, Leticia estaba muerta. Amigos, familiares y miembros de la iglesia acudieron a la vela de Leticia, sus ex compañeras de colegio y de universidad estaban ahí presentes lamentando lo sucedido.


El sepelio se programó para las tres de la tarde del día siguiente. La joven se miraba tan linda en el ataúd, la mamá la había maquillado, le puso las manos sobre el pecho y en uno de sus dedos brillaba intensamente el anillo de compromiso.


En el cementerio general hubo llanto y dolor, dos pastores religiosos hicieron uso de la palabra ponderando las virtudes de la difunta. La tarde llegó y al final todo quedó en silencio. Horas después, saltando sobre las tumbas del cementerio, dos hombres que llevaban palas y piochas llegaron hasta la tumba de Leticia y comenzaron a excavar. Pronto llegaron hasta el ataúd y lo subieron con lazos a la superficie, con desatornillador lograron abrir la tapa, admirando la belleza de la recién fallecida.


“El anillo”, dijo Dagoberto, “este anillo vale una fortuna”. “No se lo puedo quitar. ¿Qué hacemos?”, dijo el cómplice. “Aquí no hay de otra que cortarle el dedo para sacar el anillo, déjame eso a mí”. Cuando Dagoberto hirió con su navaja el dedo de la muerta, ésta abrió sus ojos. Con el pánico reflejado en sus rostros, los dos hombres quedaron petrificados. “Ayúdenme, sáquenme de aquí, se los suplico”, dijo Leticia.
Casi a la media noche tocaron a la puerta de la residencia de don Francisco.


Él y su esposa se levantaron presurosos, pensaban que se trataba de algún familiar que no había podido asistir a las honras fúnebres. Doña Rosita se desmayó al ver a su hija acompañada por aquellos hombres. Cuando la señora se recuperó se enteró de la extraña historia, se dieron cuenta que Leticia había sido víctima de un ataque de catalepsia, donde la víctima parece estar muerta.


Los ladrones no fueron denunciados y don Francisco los recompensó, habían salvado la vida de su hija. Extraña historia, ¿verdad? Todo lo relatado fue real y sucedió en Tegucigalpa en 1948.


(Tomado del Diario La Prensa, San pedro Sula, Honduras, CA.)


Fuente: Creepypasta.com