domingo, 10 de junio de 2012

Mi amor...


Me encanta su olor… Me recuerda tanto a la sangre…


-¿Cariño, por qué lloras?- Le dije susurrándole al oído, me pregunto porque temblara, no se a movido de la silla en aquella esquina desde que llego a casa, la casa esta algo sucia, en las paredes hay moho y un poco de sangre… ¿ por qué abra sangre? No lo se, ,pero bueno en este momento solo me importa él… aunque si no se mueve ni habla no será divertido… empezare a hacerle preguntas las típicas “¿Estás cómodo?” “¿Tienes hambre?”... él dependía de mi… así no me abandonaría, me ha mirado fijamente, no responde mis preguntas.


-¡MALDITA!- Me a gritado, ingrato… hago todo por él… aun así le amo.


-Te perdono- Le he dicho esperando a que se calme, ¿acaso esta enojado?.


-Lo lamento mi vida- Tal vez si me disculpo me perdone, creo que  atarlo y quemarlo con sus cigarrillos no fue muy buena idea pero me dijo “ Se terminó” no podía dejarle ir, además, el dijo que era la mujer perfecta, ¿Por qué alejarse?, si yo soy perfecta…. No le molestará quedarse a mi lado.


-M…m… mi vida… suéltame, me quedare contigo por siempre- ¡Que alegría! Era lo que quería escuchar. Lo libero se quedará conmigo que a…a…


Siento un golpe en la cabeza, caigo al suelo, lo miro -¿Por qué me haces esto amor? ¡yo te amo! – Le pregunto, toco mi cabeza ¿Sangre? ¡Sí! ¡Estoy sangrando!


-¡Hijo de perra!- le grito, hay un cuchillo a mi lado, ¿ya tiene sangre? Que extraño


El corre, lo persigo ese infeliz no se saldrá con la suya.


Encajo mi cuchillo en su espalda –infeliz- le grito mientras llora e intenta quitarme. No lo logrará, no verás otro día idiota mal educado, él llora, me está implorando piedad, ¿Qué acaso tu tuviste piedad con  mi corazón?, a qué te refieres con que no me conoces, ¡Tenemos una relación desde hace años!


Lentamente bajo mi cuchillo por su espalda abriendo su cuerpo por su espalda… ese olor ¡me enloquece!


Paso mi cuchillo lentamente por tu cuello…¡Más! ¡Sangra más, maldito!


Dejaste de moverte… ya no me sirve, bueno en fin… puedo usarlo de cena, tendré suficiente para una semana… así la policía no se dará cuenta que fui yo.


¡Oh, qué es eso que miro por la ventana! Amor  porque estas afuera… entra ¿Por qué no quieres entrar? Tendré que amarrarte otra vez…


Una serie de asesinatos se dio en el 2002 en Texas EUA una asesina capturaba a los hombres, se presume que se alimento de la carne de sus victimas por varios años, al examinar los restos de sangre de las paredes y encontrar partes mutiladas de los hombres en su refrigerador, el único superviviente de tal masacre menciono: “Me decía palabras cariñosas como si yo fuera su novio, sin embargo  yo nunca antes la había visto... antes de aquella vez”.


Fuente: creepypasta.com

Tres velas


Cuando desperté, la oscuridad eran tan profunda que ni siquiera una noche sin luna ni estrellas podía estar sumida en un abismo más insondable.


            Lo que vino después de la oscuridad, fue la bofetada que me pegó el nauseabundo olor que impregnaba el lugar. Era intenso, asqueroso, el mismo olor que piensas encontrar en un montón de excremento, en la carne putrefacta de un perro muerto,  con los huesos rotos y la sangre mojándole el pelaje infestado de pulgas. El asco fue tan agudo y penetrante como una cuchillada en el corazón, que sin darme cuenta, me encontré vomitando sobre un suelo desconocido.


            En tercero, llegó el silencio. Ni un ruido había en aquél desconocido lugar, fuera del sonido de mi ruidosa y entrecortada respiración, los audibles latidos de mi corazón. El silencio era tan anormal, tan perfecto y frágil, que debía venir de otro mundo. 


            Finalmente, después de que los síntomas físicos tuvieran lugar, vino algo peor: el horror. Porque, cuando me pregunté dónde estaba, no obtuve respuesta. Me cuestioné, sintiendo mi corazón acelerarse, cómo había llegado aquí. Pero el verdadero clímax de mi terror, ocurrió cuando me pregunté quién era, y a pesar del esfuerzo, a mi mente no vino el recuerdo de un nombre, un rostro, una familia. No era nadie.


            Arrodillada, temblando, sudando; no fui capaz de nada más que permanecer petrificada. Porque tenía esa sensación angustiosa de saber que, a pesar de la falta de ruido y vida, no estaba sola. Había algo en la habitación. Quise gritar, pero ni siquiera pude abrir mis labios. No sé dónde estoy, no sé quién soy.


            Algo tomó mi hombro. Me hizo estremecerme de pies a cabeza, erizándome los cabellos de la nuca. Como la garra de una de esas bestias con cuernos que los artistas pintan en sus lienzos, atravesando cuellos con sus uñas, bebiendo la sangre de las cabras y seduciendo a vírgenes doncellas.  Y mi garganta se desgarró, venciendo a mi aterrorizada petrificación, en un agudo grito. Entonces,  todo se vuelve aún más oscuro de lo que ya era.


Cuando desperté, el olor y el horror…seguían ahí. La única diferencia, era la luz. Escasa. La luz de tres velas era suficiente para mostrarme la habitación, a excepción de los rincones más alejados perdidos en las tinieblas, sumergidos en lo oscuro.


La habitación estaba desnuda, totalmente vacía. El único adorno en sus paredes pelonas, era Él. Desde ahí arriba me está mirando: veo su rostro de engañoso beato empapado en lágrimas de sangre, sus ojos de fingido dolor y pureza, la carne de su cabeza desgarrada por la corona de espinas, sus manos y pies atravesados por clavos de hierro oxidado. Su piel derramando sangre, manchando la cruz de madera donde está clavado. Ése es el hombre por el cual estoy aquí. No recuerdo ni nombre, no sé quién soy, pero como criatura recién nacida que se prende a los pechos de su madre, el instinto, salvaje e impulsivo, más fuerte que la razón; me hizo odiar a aquel hombre, y culparlo de todos mis males.


Fue entonces, cuando el característico ruido de una forzada respiración me hizo volver a la realidad; y con la sangre congelada y el corazón detenido, me giré. Nunca he visto unos ojos tan azules. La chica tenía el rostro hinchado, con un ojo de un preocupante y putrefacto color morado, un derrame sanguinolento en su ojo izquierdo. Sonreía con una incongruente y enfermiza alegría, dejándome ver sus encías negras y desprovistas de dientes.


Abrí la boca para gritar, pero ella cubrió, con una agilidad inesperada, mis labios; provocando que mis gritos fueran solamente gemidos ahogados. Nos miramos a los ojos, entre las tinieblas, sin pronunciar palabra, una vez que mis gritos se hubieran apagado. Ella me penetro con esos tristes ojos azules y me acarició las mejillas.


-Se los llevaron a todos.- me susurró, aún sin quitarme las manos de encima, sus ojos desquiciados fijos en mí. – Menos a nosotras tres. – miró de reojo un bulto hecho un ovillo en un esquina, apenas visible. – Pero no tardarán en venir, no señor. Nos van a exterminar como ratas: nos aplastarán hasta desparramarnos los sesos, quebrarnos el cráneo, bañarnos en agua hirviendo para que se nos despelleje la piel…


-¿De…de qué hablas?- pregunté, con un hilo de voz.


-¿En dónde has estado, chiquilla tonta? ¿Qué no los viste? – No esperó a que yo respondiera, y continuó, con un tono más agudo.- Estábamos rodeadas de muertos. Algunos tan viejos que no eran más que un montón de huesos con piel podrida atravesada de gusanos. Otros tan recientes que todavía respiraban con suavidad, como un bebé, pero ya estaban muertos porque les habían sacado los ojos, cortado la lengua y los genitales, vaciado hasta la última gota de sangre…


            – ¿Quienes…? ¿Quiénes les hicieron…eso?


            – Ellos. – respondió simplemente, y de reojo miró al hombre de la cruz, que nos observaba con sus ojos adoloridos.- Esos malditos, los mismos que nos han estado matando desde el principio de los tiempos…no se rendirán hasta vernos a todos muertos. Pero ellos ya están muertos. Todos lo estamos.


            Sus palabras me provocaron tal impacto, que no pude hacer nada. Ni asentir, ni musitar palabra alguna. Me abrazó, hablándome de Ellos con tal angustia y odio que termine aterrada, sin saber nada más que yo los odiaba. Me aseguró que no había manera de escapar, y no pude hacer otra cosa que creerle. Me convenció de esperar la Muerte pacientemente, pero yo no quería hacerlo. El suelo estaba cubierto de excremento, sangre seca, orines de rata, cucarachas y gusanos. Había tanta porquería que su olor provocaba nauseas.


            Me obligó a callar, de pronto, rogándome por silenciar mis sollozos con un débil siseo. Un ruido metálico me hizo sobresaltarme. Pero para la chica de ojos azules parecía significar algo. Se mantuvo quieta y atenta.


            -Ya vienen por mí.- dijo solamente.


            -¡No!- grite, aferrándome a ella con toda la fuerza de la que fui capaz, aterrorizada.- ¡No!


            Se puso de pie, solemne, dispuesta a enfrentar a la Muerte. Hubo otro ruido, seguido del sonido de unas brutales y risueñas voces ahogadas. Y entonces, la luz se volvió tan intensa que creí que me quedaría ciega. Me cubrí el rostro con las manos, con los ojos quemados por tanta intensidad luminosa. ¿Quiénes eran? Fantasmas, demonios, bestias… daba igual. Escuché sus fuertes pisadas, su extraño lenguaje incomprensible, los gritos agudos de la chica que me destrozaban los oídos, me hacían gritar con ella, pues su desgarrador dolor debía ser tan intenso que yo misma lo sentía. Oí, con espanto, como aquellos seres misteriosos la golpeaban, haciendo del crujido de sus huesos, sus sollozos y sus gritos una melodía macabra. Abrí los ojos, y sólo vi sus sombras: dos seres enormes e imponente, llevándose a rastras a otra figura pequeña y delgada, que se aferraba al suelo con sus largas uñas, rompiéndoselas en el camino. Me abalancé, ciega hacia la luz…Quería salvarla.


            Hubo un ruido. Un dolor intenso en mi mano se llevó la luz también. Y con ella, a la chica de ojos azules y las misteriosas sombras que se la llevaron. Un líquido caliente comenzó a derramarse de mi mano, y supe que era sangre. Me habían golpeado la mano, quizás con una pesada puerta.


            Me hice un ovillo en el suelo, apretándome la mano ensangrentada con la mano sana.  No me di cuenta cuando me desmayé.


            Cuando desperté, sólo quedaban dos velas encendidas. El bulto inerte, se había convertido en una figura de larga melena pelirroja, que lloraba, abrazada a sí misma en un rincón.


            No quise acercarme a la luz para ver mi mano adolorida. La criatura llorona estaba sumida en su angustioso llanto y sus incomprensibles gemidos. Me arrastré entre la porquería hasta ella, y estiré el brazo para tocarla, pero me alejó de un histérico manotazo.


            -¡No grites o vendrán!- la advertí, recordando con un nudo de voz lo ensordecedores gritos de la chica de ojos azules. 


            -¡Qué vengan!- rugió ella. -¡Ya me lo han quitado todo!


            Soltó las peores palabrotas que yo pudiera imaginar, y término cantando una melodía sin letra, pero que llegó a mi mente como el trauma de un niño. Cuando recordé que era una de esas canciones que las personas cantaban al hombre de la cruz, entendí quién era yo. Yo era judía.


            No tardaron mucho en llegar, seguro por la angustiosa voz de la chica cantando lo que para nosotros, incluyéndola a ella, eran mentiras. Y por esas mentiras, por esas creencias; estábamos aquí. Lo recordé todo, y quise jamás haberlo hecho.


            Hubo un ruido metálico, seguido de la intensa luz. ¿Cuándo terminaría todo? Pero está vez, henchida del odio y el horror, no cerré los ojos, ni me cubrí el rostro. Miré a la luz hasta que me acostumbré a ella, y entonces los vi: eran horrendos. Peor que cualquier bestia, sus ojos estaban poblados de esa macabra locura insatisfecha, sus pieles estaban manchadas de sangre, y en sus manos había instrumentos de matanza terroríficos, que ni en mis peores pesadillas, podría imaginar. Y a pesar de la angustia de vivir en el encierro y la tortura, los excrementos y el dolor; el miedo a morir fue mayor. Sentí un líquido caliente entre mis piernas, seguido del intenso olor de la orina.


            Uno de ellos se acercó a la pelirroja, y de un golpe la hizo desmayarse. Yo temblaba tanto como jamás en mi vida. Se la llevaron en silencio, porque ni ella ni yo éramos capaces de gritar. Cuando la luz se apagó, pude moverme. Me paré, y con mi mano herida y mi ropa manchada de sangre, sudor, orina y lágrimas, me abalancé sobre el hombre de la cruz. Lo tomé entre mi mano sana, y lo lancé con todas mis fuerzas hacia algún rincón de la habitación, apagando de paso otra vela.


            Cuando desperté, supe que iba a morir. Estaba acostada en el suelo, tranquila, empapada de algún líquido que creí que era mi orina. No tardé mucho en descubrir que estaba acostada sobre un charco de sangre. Y fue entonces, cuando grité, llena de angustia. La angustia me estaba reventando el pecho. No podía más.


            Hubo un ruido, luego otro, después un grito aterrador. ¿Terminaría todo, finalmente? Esperaba que sí, cuando la puerta se abrió. Vinieron hacia mí, cada uno con su sonrisa de loco, y la esvástica nazi orgullosa en el pecho. No puse resistencia cuando me agarraron salvajemente del cabello, y me arrastraron por el suelo, cual perro muerto y sarnoso.


            Ojalá no hubiera nacido: así no tendría que ver la masacre de mi gente. Sus cuerpos quemados, algunos vivos todavía. Otros sin piel, sus rojos músculos y sus venas destacaban sobre las pálidas mesas de trabajo. A otros les estaban sacando los ojos, incrustándoles agujas y cuchillos en las todas las partes del cuerpo, desde las más recónditas hasta las más visibles. Había algunos que estaban tan golpeados que sólo parecían una masa de piel, huesos y sangre. A la pelirroja le abrieron el cráneo, le sacaron los ojos y le arrancaron los sesos con brutalidad. El piso estaba inundado de sangre. Un hombre en bata blanca se encargaba de despellejar a una hermosa mujer. Los órganos extraídos de los cuerpos eran utilizados para experimentar en otros, cosiendo un corazón en una boca judía, o un hígado en la cuenca vacía de un ojo. Había niños cosidos por hilo, que lloraban implorando por sus madres, las cuales estaban siendo estiradas de las extremidades hasta reventarlas, cuando sus órganos saltaban por toda la habitación.


            Me amarraron a una cama con correas de cuero, afilando sus instrumentos malditos. No me resistí. Me habían quitado todo. La angustia era tan grande que terminaría matándome de todas maneras. La angustia a saber que el horror más grande, el mayor peligro de los hombres, eran los mismos hombres. Cerré los ojos: el filo de un cuchillo destelló con un macabro brillo plateado.


La vela se había apagado.


Apagare la tuya en 6 dias…


Fuente: creepypasta.com

The Holders (51 – 55)


Portador de la Ilusión


En cualquier país, en cualquier ciudad, ve a cualquier  institución mental o casa de rehabilitación a la que tengas acceso. Cuando llegues al escritorio principal pregúntale a la trabajadora si “El portador de la ilusión” está alojado en ese lugar.


Si la trabajadora asiente estás condenado. El portador ha anticipado tu llegada y sentirás como tu cuerpo lentamente se desvanece de la existencia. No es una experiencia placentera.


Si la trabajadora te responde que  no, sé agradecido. Ella te dará una hoja de papel con las instrucciones  de cómo llegar al mismo asilo y te pedirá que te vayas. Hazlo, da vuelta hacia la izquierda y desecha la hoja de papel. No quieres advertir a este portador de tu venida anterior de ser  necesario.


Camina cuatro cuadras hacia abajo del camino a la dirección a la que te estás dirigiendo, entonces gira a la derecha y camina una más, entonces a la izquierda y dos más, entonces detente, rasca tu barbilla y date media vuelta. La calle ha cambiado: Todo el color ha sido drenado del mundo que está frente a ti. Un profundo cráter abierto en el centro de la calle. Ningún panel de vidrio está sin daños. Y toda la gente con la que pudiste haberte topado en esa última cuadra, está tirada por todos lados horriblemente muerta.


Da un paso hacia atrás. Ahí debe haber un pincel rojo en el piso, justo a tu lado. Tómalo y guárdalo en tu bolsillo. Mientras observas, el efecto de la decoloración lentamente se desvanece revelando lo que se ve como las secuelas de un ataque militar en un mundo en blanco y negro: Construcciones derribadas, calles deshechas y personas muertas por todos lados.


Rápidamente, cubre tus ojos con tus manos y grita: “¡Niego la verdad! ¡Haz que la calle vuelva! Si el portador te juzga indigno, sufrirás la misma suerte de la cuadra, y el efecto que verás continuará su expansión, aclarando la ilusión, limpiándola de nuestro mundo.


Pero si pasas, un leve escozor se disparará entre tus piernas, lo suficientemente fuerte para ser percibido. Abre tus ojos. El efecto aún perdura, pero debes permanecer impasible, como lo hiciste en el medio de la completa ruina. Camina directo hacia abajo de la cuadra, hasta que llegues a una bodega. Las puertas, dañadas y degradadas, aún permanecen fuertes. Al lado de las puertas hay una placa con el nombre del edificio. Como los que ves en las estaciones de bomberos y lugares parecidos, pero completamente en blanco.


Saca el pincel y escribe en la placa, tan pequeño como puedas, mientras aún sea legible: “¿Quién sobrevivió para contarlo?”.


La tinta se unirá en un solo punto, y entonces comenzará a escurrir –Parecido a sangre – por la placa. Describirá al sobreviviente, contando su historia de horror y tristeza y su final de tener la necesidad de contar esta historia, para tratar de estar seguro de que estas cosas nunca pasarán de nuevo. Lentamente tendrás la horrible sensación de que el portador mismo era el sobreviviente hablando.


Él te asegurará que no es así, de cualquier manera, y terminará la historia con: “Su destino no puede ser contado, pero su legado vive”.


El pincel será fundido en tu mano y la puerta de al lado de la bodega se abrirá estruendosamente. Corre al interior –No camines– y entra a la oficina del gerente. Estará completamente oscuro, pero no te atrevas a intentar encender ninguna luz, porque despertarías al guardián de sus sueños. En lugar de eso, ve a tientas alrededor del escritorio hasta que sientas un objeto, redondo y liso en tus manos.


La oficina parpadeará durante un suspiro  y tendrás una breve vislumbrada de la calle masacrada, completamente a color, antes de que todo se vuelva negro.


Despertarás dos días después, sentado a la mesa de  la cocina en tu hogar, un diario informa a gritos acerca de un ataque terrorista. Ponte de pie y te darás cuenta de que aún sostienes el objeto. Ponlo sobre la mesa.


El objeto que ves frente a ti, es una bola de acero del tamaño de una nuez y es el objeto 51 de 538. El sobreviviente ahora te conoce, y tú a él. Éste celoso secreto será guardado durante todos los tiempos.


Portador del asco.


En cualquier país, en cualquier ciudad, ve a cualquier institución mental o casa de rehabilitación a la que tengas acceso. Cuando llegues al escritorio de recepción pide visitar a aquel que se hace llamar “El portador del asco”. El rostro del trabajador se tornará ligeramente verde, se excusará y entonces caminará al váter más cercano. Una guardia aparecerá a tu lado y te pedirá que la sigas. Obedécela, por ahora.


Ella te guiará a una simple puerta con un número en ella; deberás recordarlo para alguien más. Casi como si hubieses  estado ahí por mucho tiempo. No te diré cuál será el número en la puerta, pero si no es el correcto, tu destino estará plagado de dolor eterno y nauseas. El número debe ser el correcto. Te encontrarás dentro de una habitación que se ve muy parecida al estómago de una persona. Verás comida siendo digerida, extraviándose en los más bajos tractos del ciclo digestivo. Se verá más horrible de lo que jamás imaginaste.


Simplemente espera hasta que veas una puerta cayendo dentro de la habitación, entonces, entra por ella. Si no puedes entrar, entonces simplemente serás digerido, como todas las demás cosas en ese lugar.


Si te las arreglaste para entrar por la puerta, te encontrarás en una habitación con puras, blancas paredes. Ellas son una de las pocas cosas que hace que este portador no enloquezca, tú no eres una de esas  cosas, como sea, así que mejor que estés preparado para correr tan rápido como puedas, de ser necesario. Acércate a la chica que está en medio de la habitación y pregúntale: “¿Qué consideras puro?”. Ella te mirará fijamente y abrirá su boca, intentando hablar. Pero no podrá y comenzará a vomitar sobre el piso. Cierra tus ojos hasta que escuches que ella ha vaciado su estómago.


Cuando ya no escuches nada más, abre tus ojos de nuevo y camina hacia donde estaba la chica. Toma las píldoras que están a tus pies.


Esas píldoras son el objeto 52 de 538. Ingerir una causará que te desvanezcas, tal como lo hizo la chica.


El portador de la pornografía.


En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a  cualquier  sex shop que puedas encontrar. Camina hacia el encargado y pídele en tono erótico ver a aquel que se  hace llamar “El portador de la pornografía”. Si el encargado te sonríe, corre hacia la puerta tan rápido como puedas. Si no lo haces, serás encarcelado en uno de los cuartos privados del establecimiento, donde los grandes jefes vienen a ver su pornografía. Tú no tendrás tanta suerte, la Televisión de la habitación, comenzará a mostrarte los actos sexuales más depravados cometidos por un hombre. Reza por volverte loco. Las imágenes de violaciones y tortura sexual comenzarán a parecerte placenteras, mientras las imágenes que estás presenciando comenzarán a ponerse más depravadas y grotescas. Cuando las escenas que presencias finalmente terminen, y si tienes el infortunio de retener aún tu sanidad mental, nunca más serás capaz de  creer en ningún ser humano, por su verdadera y depravada naturaleza que te ha sido revelada. Como sea, si el encargado comienza a atenuar la luz, tienes hasta que esta esté completamente apagada para remover cada pieza de ropa que estés  usando. Debes hacerlo sin ningún rastro de pudor y sin pasar ningún momento por la inseguridad. Ahora, sigue al encargado a la puerta que está en la parte más lejana del establecimiento.


Una vez que entres a ésta siguiente habitación, serás bienvenido por varios hombres y mujeres de distintas razas, edades y tipos de cuerpo. Curiosamente, encontrarás a todas esas personas atractivas, sin haber tenido ningún tipo de persuasión sexual previa. Ellos son los buscadores  que vinieron antes que tú. No debes mirar a ninguno de ellos por más de un momento, si lo haces, serás poseído por tu lujuria, y permanecerás entre ellos en una eterna orgía de carne humana. Aunque ellos parezcan poseer las mentes más depravadas, tú debes ignorar tus urgencias. Solo mira a tu lado y sigue al encargado, ignorando cualquier intento de seducción que puedas escuchar de los observadores. Eventualmente alcanzarás una puerta y el encargado se irá. Cuando sus pasos estén completamente fuera de tu audición cierra los ojos y entra por la puerta.


Cuando tus pies se topen con piso sólido puedes alejarte de la puerta y abrir tus  ojos una vez más. La primera cosa que notarás de esta habitación es la decoración; Típica de los 70, con una gran cama en forma de corazón, siendo aparentemente la pieza central del cuarto. Eres libre de mirar alrededor cuanto quieras, pero no te sientes, ni recuestes en la cama, hacerlo es invitar a venir a tu propia muerte.


Después de lo que parecerán unos minutos, u horas, sentirás un fuerte dolor en tu pantorrilla seguido del arribo de la sangre fresca brotando de la herida. No reacciones y no mires abajo. En lugar de eso, espera hasta que una voz femenina hable desde el centro de la habitación.


La mujer que ahora está recostada sobre la cama, parece ser de mediana edad, y aunque ha pasado su tiempo es innegablemente bella. La túnica que cubre parcialmente su cuerpo, deja ver una suave y lisa piel y curvas que harían a muchas mujeres más  jóvenes sentirse celosas. Ella se levantará después de unos momentos y te ofrecerá una túnica como la que  ella usa. No respondas a esto, simplemente haz la pregunta: “¿Sienten lujuria?”. Mientras ella comienza su larga, detallada descripción de su encarcelamiento, te volverá la espalda, quitando su túnica. Será entonces, cuando ella esté aun hablando, que verás cicatrices surcando su espalda, está claro para ti que fueron causadas por duros latigazos. Ellas están muy cercanamente ligadas a la historia que te está siendo relatada. Cuando ella guarde silencio, te tenderá su propia túnica, sonriéndote con cautela.


De repente, te encontrarás en la parte de afuera de la tienda, aun completamente desnudo y sosteniendo la túnica. No hay personas alrededor, pero es mejor que te la pongas, entonces te darás cuenta inevitablemente de lo cómoda que ésta se siente. Casi como si hubiese sido hecha especialmente para ti. Notarás como la herida en tu pierna comienza a sanar, y finalmente cicatriza.


La túnica es el objeto 53 de 538. Úsala sabiamente.


El portador del Archivo.


En cualquier ciudad, en cualquier país, vea cualquier hospital o clínica de rehabilitación a la que tengas acceso. Cuando llegues a la recepción, pide visitar a alguien que se hace llamar “El portador del archivo”. Una cara de dolor y preocupación debe venir del trabajador. Serás llevado a lo más profundo de las instalaciones.


Después de un gran número de idas y vueltas, mucho más lejos de lo que en realidad se podría en una construcción de ese tamaño, serás llevado a una celda de cárcel al viejo estilo. Dentro habrá solo oscuridad y un solo sonido. El chirrido de un archivo contra el metal. Si en algún momento el chirrido se detiene, rápidamente date la vuelta y corre. Corre tan lejos y tan rápido como te sea posible, y no te preocupes por tomar el camino incorrecto. Perderte en las profundidades de las instalaciones será la menor de tus preocupaciones.


El chirrido debe continuar sin cesar, como sea, camina hacia las barras y mete una mano en la oscuridad. Sentirás que un objeto es colocado en ella, si se siente caliente, tíralo e inmediatamente arrodíllate a rezar. Si tus rezos fueron lo suficientemente rápidos, cuando mires de nuevo estarás aún fuera de la celda. Si fuiste demasiado lento, una eternidad de archivar no te permitirá traspasar esas barras de nuevo.


El objeto debe sentirse frío, como sea, haz una pregunta en voz alta hacia dentro de la celda y saca tu mano. La única pregunta que recibirá una respuesta, será: “¿De qué lado están?”.


Sentirás como el archivo en tu mano comienza a moverse y a destruirla tu piel, a romper tus huesos, no debes concentrarte en el dolor, si no en tu pregunta. El archivo arrancará tu carne y tus huesos hasta que nada quede de lo que antes fue tu mano. Debes soportar esta prueba sin ceder ante el dolor, encontrarás la respuesta a tu pregunta en tu mente, tu mano estará completa de nuevo y te encontrarás en la parte de afuera de las  instalaciones, con un frío y oxidado archivo apretado en tu mano.


Muchos se vuelven locos con estos conocimientos, otros utilizan el archivo para repetir el proceso, intentando eliminar todas las palabras de sus cabezas. Si te las arreglas para soportar,  te encontrarás entre los que asistirán a la reunión.


Este archivo es el objeto 54 de 538. Suavizará tu camino a la reunión, pero no te ayudará más allá de eso.


El portador de  la crueldad.


El algún lugar en el que se reúnan oscuros presagios y que la muerte haya maldecido, háblale al cielo sin estrellas para consultar con “El portador de la crueldad”. Ante la tierra contaminada sobre la que estás parado, se alzará un negro y antiguo pedestal con un profundo, cuenco, excavado cráneo en putrefacción, montado sobre la parte más alta.


Llegado a este punto, ya no hay vuelta atrás, los ojos del cráneo en descomposición se llenarán  con el color de la sangre, y en tu cabeza, una perversa y ronca voz te dirá de una forma monótona:


“Mors ultima linea rerum est” (“La muerte es la última línea de las cosas”)


Ennegreciéndose hasta que la noche sea vencida, en ese cuenco deberás reunir los corazones latientes de las personas más importantes para ti. Si los corazones dejan de latir, serás tomado por la oscuridad, si no realizas esta petición, serás tomado por la oscuridad, si decides tomar el suicido como último escape, igualmente serás tomado por la oscuridad.


Con los frescos, orgánicos latidos reunidos en el oscuro cuenco, el oscurecimiento se detendrá. Mientras los corazones se transforman en profundas, impenetrables formas oscuras, las voces de los ofrecidos en sacrificio te hablarán en lenguas desconocidas. Aunque incomprensibles, no debes obedecer las órdenes que te mandan.


En lugar de eso, convierte en  cadáveres a cinco de tus más odiados enemigos y tráelos al pedestal. Por sus gargantas debe correr un sucio líquido, ni una sola gota debe llegar a tocar la tierra. Los cinco cadáveres se reanimarán, levantándose como furiosas marionetas comunicándose con su señor maldito, cambiando de forma a retorcidos y oscurecidos seres.


A ellos, debes alimentarlos con cinco niños pequeños vivos. El menor remordimiento en tus ojos no será tolerado. Mientras la sangre fresca de los niños es bebida directamente de sus malditas venas, debes mirar absolutamente toda su agonía, gritos, lágrimas y miedo, hasta que sean devorados casi por completo. Ellos soportarán el equivalente a un siglo de torturas mientras son ingeridos.


Cuando la prueba haya terminado, ellos te rodearán, demandarán solo una reliquia más: Tu propio corazón. Serán muy rápidos, ellos no sienten dolor como los mortales lo hacen. Mientras la oferta impía ofrece pasarse a otras manos, también será consumida. La comida terminó, las figuras se fusionarán y disiparán en una brillante aura oscura, eclipsando el negro cielo.


Los susurros silenciosos que consumen tu mente son el objeto 55 de 538. Cuando todo se haya vuelto negro, ellos te guiarán hasta él.


Fuente: creepypasta.com