Jonathan Felix tomó de nuevo asiento en la silla estando colocados cada uno de los electrodos en su cráneo. Se encontraba sumergido en una de las más costosas investigaciones científicas del mundo, y hoy se consumarían los esfuerzos suyos y de muchos otros. La meta del proyecto era abrir la mente del ser humano y permitirle percibir las dimensiones espaciales que están por sobre las tres primeras.
El resultado todavía era un punto de consternación, pero se sospechaba que de ser exitoso, un individuo sería capaz de estudiar todos los posibles universos que podrían crearse partiendo de sus propias acciones, y escoger el que desease seguir. Un hombre en el que cada una de sus acciones sería perfecta pues ya habría previsto los resultados.
Felix, joven y persistente, se anotó de inmediato a la oportunidad. Apenas en sus 20 y brillante en el campo de la mecánica cuántica, estaba saboreando la dicha de aplicar las facetas teóricas de su obra a un medio físico. Hizo un ademán de inicio a los técnicos tras el vidrio de seguridad, y activaron la primera fase de la máquina. Dijo Felix a través del micrófono:
—Si he visto más allá que otros, es porque he puesto pie sobre el hombro de los gigantes. —El remedo era la más grande forma de alago, pensó con una sonrisa.
La silla se reclinó hacia atrás quedando a manera de una mesa y una gran cúpula bajó rotando hasta cubrirle la totalidad de su cuerpo. Tenía revestida una compleja estructura cristalina en el interior. Felix se concentró en las facetas del cristal y pronto notó cómo empezaba a mutar, variando en formas que su mente no podía procesar.
Su vista fue bruscamente empañada con destellos de luz y su cuerpo convulsionó de forma violenta. Al leer sus signos vitales en la sala de control, los ingenieros enseguida detuvieron la operación. Un médico se apresuró a revisar a Felix, y estaba contento de sentir un débil, pero constante latido.
Un par de minutos después Felix volvió en sí. Miró al médico y se sobresaltó al notar dónde estaba.
—¿Qué pasó? No siento nada diferente…
El médico sonrió y le dio unas palmadas en el hombro.
—Cualquier aterrizaje del que puedes salir caminando, es un buen aterrizaje, ¿no?
Se volteó para regresar a la sala de control, enredó su tobillo entre los cables esparcidos por el suelo, tropezó y estampó su frente en la esquina de la mesa. Su cabeza se torció en un ángulo repulsivo…
De nuevo
Se volteó para regresar a la sala de control, enredó su tobillo entre los cables esparcidos por el suelo, tropezó y en un ágil movimiento fue tomado desde atrás por Felix, deteniéndolo a centímetros de la esquina de la mesa.
Felix vomitó y colapsó, sus manos temblaban. Se dio cuenta de que había percibido dos universos y activamente seleccionado el que deseaba. Sonrió al médico.
—¡Lo hice!, puedo verlos…, ¡puedo verlos todos…!
Su rostro palideció.
Ahora vio dos más universos, tan diferentes y vívidos como los anteriores. Sucesivamente, un tercero, cuarto y quinto irrumpieron en su mente. Veía todas las alternativas posibles. Su mente empezó a agrietarse.
Felix tomó al médico y en un acto de furia innatural hundió sus pulgares en los ojos del hombre…
De nuevo
Felix desvío su mirada al techo y comenzó a gritar de sobremanera, rehusándose a parar aún cuando burbujas de sangre escurrieron por el borde de su boca…
De nuevo
Felix tomó como soporte la pata de la mesa y con vigor cabeceó la esquina de la misma, consiguiendo fracturar su cráneo para el cuarto golpe…
De nuevo
Felix se sentó en el piso experimentando todos los potenciales males de los que era físicamente capaz. Su cuerpo se sacudía y sollozaba despavorido. Jaló de la corbata al médico quedando cara a cara con él.
—¡Demasiado!, ¡es demasiado! —gritó.
Sus ojos quedaron en blanco, tornándose amarillos y marchitos en cuestión de segundos, a un tiempo que su cabello era despojado de color. Felix, en sus últimos momentos, se hizo consciente de una magnitud de universos cayendo sobre él y tenía que pasar por cada uno de ellos. Su agarre desistió y su mente se perdió en el abismo.
De nuevo
Fuente: Creepypasta.com
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