sábado, 5 de mayo de 2012
El viaje (Parte I)
Se acabó. No lo soporto más. He tomado una decisión, y voy a seguirla hasta las últimas consecuencias. Escribo esto por varios motivos. Primero, no estoy loca. No lo estoy. Trato de convencerme a mí misma de que no es así. Segundo, si fallo… si fracaso, tengo la esperanza de que alguien encuentre y lea esto, y se entere de la verdad. Finalmente, si triunfo, será una disculpa, una explicación de mis razones.
Lo que me espere después, no me importa. ¿Cárcel? ¿Manicomio? Cualquier cosa será preferible a pasar una noche más, un instante más junto a ella. O junto a eso. Lo que sea en lo que se haya convertido. Ahora duerme, acaba de comer, así que creo que tendré suficiente tiempo para terminar. Estoy plenamente convencida de que ya no es humana. Y pido por su alma, donde quiera que se encuentre, así como espero que alguien pida por la mía.
¡Dios! ¡El terror, el Infierno que he vivido!
Todo comenzó hace poco más de un mes. Yo acababa de terminar la Universidad, Eva había sido mi pareja durante 6 años, así que la conocía perfecto. Es por eso que me llena de rabia no haber notado antes que algo andaba mal… Me contó acerca de un “viaje de descubrimiento espiritual” que un amigo le había recomendado. Ninguna de las dos teníamos por el momento ninguna obligación, así que acepté con tal de darle gusto. Ella siempre se había interesado por todo lo metafísico y esotérico. Decía que un viaje de esa índole podía acercarnos de una manera “cósmica”.
Casi sonrío al recordar tamaña estupidez.
Como sea, planificamos el recorrido, todo un trayecto difícil hacia un pueblito en medio de la nada, bastante más allá de la sierra, internado en una zona boscosa y agreste, y alejado de toda comodidad citadina. No había televisión ni radio. Ni siquiera los malditos celulares tenían cobertura, ni hablar de internet.
Nos recibió una vieja curandera, con más aspecto de bruja que de “guía espiritual”, asegurándonos que estábamos “a punto de tener una auténtica conexión con el Universo”. Los misterios más profundos de nuestro ser, nos serían totalmente revelados, adquiriríamos una nueva conciencia, una perspectiva más amplia de todo. Una epifanía. ¡Basura!
Yo me sentía más cansada que otra cosa, después del ajetreado viaje y los preparativos, pero Eva estaba feliz, terriblemente emocionada, y me rogó que diéramos comienzo al “ritual” de inmediato, esa misma noche.
Cuando llegó el momento, y sin mucha ceremonia, la anciana nos llevó a una especie de ciénega, o pozo de agua pantanosa, iluminada levemente sólo por las llamas de una fogata que unos tipos de aspecto nada confiable se ocupaban de avivar. Nos instó a que nos quitáramos la ropa, y que nos sumergiéramos en las turbias aguas que teníamos enfrente.
Yo miraba desconfiada a los hombres que se encontraban a tan sólo algunos metros de nosotras, pero Eva no lo pensó dos veces, se desnudó y se metió al agua.
Al ver que yo dudaba, me animó, llamándome: “¡Angie!”, mientras juntaba sus manos en actitud de ruego, e inclinaba un poco su cabeza hacia la derecha, haciéndome ese gesto de puchero con el cual ella sabía que yo no le podía negar nada. Di un hondo suspiro, y despojándome de mis prendas, me deslicé silenciosa y resignadamente en el agua junto a ella, lanzando una última mirada recelosa hacia atrás, procurando quedar oculta por los árboles que nos rodeaban.
El resto… es algo confuso.
La vieja nos dio a comer algo, una especie de durazno seco y amargo que nos dijo que colocáramos bajo la lengua. Después de unos instantes, y cuando sentía la boca adormecida y con un leve hormigueo, comenzó a canturrear una tonada en un extraño dialecto gutural y mezclado con alguna clase de aullidos que me erizaron aún más la piel, mientras nos sumergía completamente en las heladas y obscuras aguas.
Lo último que vi, fue a Eva hundiéndose con una sonrisa y un poco de temor reflejado en los ojos, con el reflejo de una luna extrañamente rojiza que se ocultaba lentamente detrás de un manto de nubes negras. “¡Te amo!” alcanzó a murmurar, antes de ser cubierta totalmente por la obscuridad del pantano.
Tuve muchas visiones, nada en concreto, o nada que pueda recordar con claridad, excepto una: Me encontraba en medio de un desierto, iluminado por la luz plomiza de un Sol pálido y mortecino que alumbraba tenuemente un grupo de criaturas antropomorfas que, a unos metros de donde me encontraba, se entretenían en roer los huesos de alguna especie de animal grande. Había estrellas cayendo con un quejido e impactándose contra el resquebrajado y árido suelo. Una de ellas, cayó cerca de donde estaban esos seres, quienes voltearon sobresaltados, pero sin haberse dado cuenta de mi presencia todavía.
Al apartarse un poco de su presa, pude darme cuenta de que lo que devoraban, era un ser humano, tras lo cual lancé un pequeño grito que se escurrió como agua de mis labios tiñendo de un color púrpura la tierra dura bajo mis pies.
Uno de esas cosas, una hembra a juzgar por sus formas, lanzó un gruñido y levantó su vista hacia mí. Se me acercó con rapidez, salvando ágilmente la corta distancia que nos separaba, y comenzó a olfatearme, primero los muslos, subiendo lentamente por mi vientre hasta mi pecho, y terminando en mi cabello. Emitió un leve gruñido de satisfacción y sonrió de una manera tan atroz, que sentí el suelo desvanecerse bajo mis pies y caí pesadamente, completamente en pánico.
Dio un chasquido con la lengua –muy larga, de una tonalidad negruzca con manchas rosáceas- y los otros seres se levantaron y comenzaron a correr hacía mi. Yo pegué un alarido tan intenso, que todo a mi alrededor se tiñó de púrpura, y me vi envuelta en llamas violáceas que lo consumieron todo.
Después, nada.
Sólo silencio y una obscuridad aterciopelada.
Fuente: creepypasta.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario